Thursday, November 1, 2012

EL HIJOEPUTA




Estaba sentado el otro día delante de mi ordenador, cuando me acordé que tenía que llamar por teléfono a un compañero. Descolgué el auricular y marqué el número de memoria.
 Me contestó un tipo con muy mal humor diciendo:
--Qué quiere?
Soy Ignacio Martinez, podría hablar con Roberto Espârrago?—dije amablemente.
--Te has equivocado, gilipollas—me respondió, y acto seguido colgó.
No daba crédito a lo que me estaba ocurriendo. Cogí mi agenda para buscar el número de mi amigo y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aun recordaba el numero “erroneo” que había marcado anteriormente decidí volver a llamar a aquel tipo que me había echado a perder el dia bonito y cuando me cogió el teléfono no esperé a que contestase y le dije:
--Eres un hijoeputa—y colgué râpidamente.
Inmediata-mente apunté aquel número en mi agenda, junto a la palabra “hijoeputa”.
Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado (porque me llegaba una letra inesperada, o un aviso de alguna multa, o discutía con mi mujer, o alguna situación por el estilo) volvía a llamarlo y, sin dejarle contestar le decía:
--Eres un “ hijoeputa”
Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado.
Unos meses después, la maldita Telefónica introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco, porque tuve que dejar de llamar al “hijoeputa”.
Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije cambiando la mía:
-Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefónica para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas.
--No—me dijo el tio grocero, y me colgó el teléfono.
Râpidamente lo volví a llamar y le dije:
--Eres un hijoeputa.
Un mes después, estaba yo esperando con mi coche a que una anciana saliera de la plaza de aparcamiento el Hipecor. Esta lo hacía muy lentamente y cuando terminó la maniobra, y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un golf GTI a toda velocidad, y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el caxon y a gritar:
Eh, oiga, que estaba yo esperando! No puede hacer eso!. El tipo del Golf se bajó, cerró el coche y se fué hacia el centro comercial, ignorandome. Como si no me hubiera oido.
Yo me quedé completamente frustrado y pensé: “este tio es un hijoeputa. El mundo estâ lleno de ellos”. Justo en ese momento vi un letrero de “SE VENDE” en el cristal de atrás el Golf. Lógicamente anoté el número y me fuí a buscar otra plaza de aparcamiento.
A los dos o tres dias, vi en mi agenda el número del “hijoeputa” y me acordé de que también tenía anotado el número del tipo de Golf. Inmediata-mente lo llamé y le dije:
--Buenos dias. Es usted el dueño del golf GTI negro que se vende?
--Si, yo mismo.
--Podría decirme dónde puedo ver el coche?
--Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle de Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa, es un bloque amarillo y el coche está aparcado justo enfrente de la casa.
--Cómo se llama usted?.
--Enrique Juárez.
--Qué hora sería la mejor para encontrarme con usted y discutir los detalles de la operación, Enrique?
--Pues yo suelo estar en casa por las noches.
--Puedo decirle algo, Enrique?
--Sí, claro.
--Enrique, eres un hijoeputa de la hostia—y colgué el teléfono.
Inmediata-mente después de colgar, anoté el número en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de “hijoeputa # 2. Ahora tenía dos “hijoeputas” para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora uno, ahora a otro; hasta que comenzaba a aburrirme un poco.
Me puse a pensar en serio sobre cómo resolver este problemilla y al  cabo de un par de whiskies, se me ocurrió algo.
Primero llamé al “hijoeputa 1”:
--Dígame.
--Hola hijoeputa—pero esa vez no colgué.
--Estâs ahí todavía, verdad cabrón?.
--Sí hijoeputa.
--Deja ya de llamarme o…
--Nooo
--Si supiera quién eres te rompía la boca—me dijo.
 Me llamo Enrique Juárez y si tienes cojones vienes a buscarme. Vivo en la calle Don Ramón de la Cruz esquina a Montesa, en un bloque amarillo, justo en la puerta donde hay aparcado un golf GTi negro. Atrévete a venir por mi, so hijoeputa tú.
--Ahora mismo voy para allá y vete rezando todo lo que sepas porque te voy a majar a hostias.
--Si? Qué miedo me das, hijoeputa !—y colgué el teléfono.
Inmediata-mente llamé al hijoeputa #2:
--Dígame.
--hola hijoeputa—y no colgué.
--Como te pille algún dia…
-- Qué me vas a hacer, hijoeputa?.
Te voy a patear las tripas, pedazo de cabrón.
-Si?, pues a ver si es verdad, hijoeputa. Ahora mismo voy hacia tu casa—y colgué.
Por ultimo, cogí el teléfono y llamé a la policía. Les dije que estaba en la calle Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa y que iba a matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa.
Luego hice otras llamadas rapidas a distintos canales de televisión y les dije que iba a haber una pelea de pandillas en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa.
Y entonces me monté en mi coche y me fui para allá a toda leche. Juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en mi vida. Hasta los canales de televisión se llevaron lo suyo.
En fin, después de esto, espero que si algún dia por equivocación marco tu número de teléfono me contestes amable.
Ya sabes, no es bueno que yo me irrite.

Nota del editor: Este cuento lo recibí via Internet hace más de doce años y en aquella época lo publiqué en un periódico humorístico llamado Salsa Internacional el cual dirigía. Después lo he visto publicado en otras oportunidades en distintos medios y siempre se le agrega una nota diciendo que no se tiene ninguna información sobre el autor del mismo. Modesto Reyes Canto.
Arte: Karen Reyes.

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