Saturday, May 19, 2018

RESIDENTES PERMANENTES.

Quien me lo contó no quiso o no pudo recordar si el local donde se dio el baile existió hace años,meses o dias. Y lo entiendo. Porque con las cosas de inmigración los ilegales son muy reservados porque saben que el hablar de mâs los puede mandar de regreso a su pais. Pero así va la historia que me hizo.

El pueblito en los Estados Unidos donde se encontraba aquel antro convertido en salón de bailes era un lugar donde residian bastantes personas de origen hispano. Algunos vivian allí de manera permanente,aunque fueran mas ilegales que un dolar falsificado. Otros andaban por ahí no mâs,gente pobre que se acercaban a la comarca a tiempo para la recogida de tomate,aji ,y cualquier vianda o vegetal que les ayudara a ganar algo de lo poco que les pagarian y que era mâs de lo que ganaban en sus respectivos paises.

Resulta ser que a un señor,dueño de un bar de mala muerte y peor vida,se le ocurrió la brillante idea de brindar,a la gran cantidad de hispanos que vivían por allí,un baile que sería a todo dar y pedir. Para ello contrajo los servicios de una banda musical que verdaderamente nadie conocía, pero a la que el empresario se encargó de crearle una leyenda artística que ya quisieran para sí los Bukis en sus momentos de mayor gloria; una reputación que dejaba a los Tigres del Norte hechos unos gatos afónicos. Los carteles y volantes de propaganda que mandó a hacer el dueño del bar devenido empresario, eran toda una ruidosa fanfaria que invitaba a la diversion como para que ni el mas aburrido del pueblo faltara al baile: “ El dia tal y a la hora tal en este Centro serâ la única función que ofrecerâ en esta zona la Gran Banda Musical “Los Residentes Permanentes”!!!.

“Esta Gran Banda”,continuaba diciendo el cartel publicitario,ha tenido un lleno total en todos los lugares donde se han presentado! No se pierda este tremendo y único baile por largo tiempo con la gran banda los Residentes Permanentes!.

Los ilegales de aquel pueblito,igual que los que residen en grandes ciudades,casi siempre es a los que mâs les gusta ir un baile. Y lo necesitan, ya que trabajan muy duro toda la semana por tratar de buscarse el mejor pan de cada dia pues para eso vinieron a este pais.

Aunque nadie hubiera oído mencionar jamâs a una banda con ese nombre de los Residentes Permanentes, los anuncios sonaban a buena música y buen baile.

Pero también ocurre que a este tipo de actividad se invitan,sin ser invitados,los agentes de la temible Inmigración que también leen carteles de propaganda, y que casi siempre llegan en el momento en que el baile y el mareo que da el alcohol se encuentran a punto de ebullición.

El baile,tal como estaba anunciado, y rompiendo con la tradición de impuntuales de los latinos en general, comenzó a las nueve en punto de la noche cuando la banda empezó a sonar alegremente y hasta “con cierto concierto” como comentó enseguida un guasón.

Inicialmente de público solamente había unos cuantos borrachos que se encontraban allí quizâs desde la noche anterior. El dueño del bar sufrió unos momentos de pânico pensando en sus gastos. Mas,poco a poco, y según apretaba  aquello que le decian música interpretada por los Residentes Permanentes, comenzaron a llegar grupos, oleadas de parejas, que inmediatamente empezaron a bailar quebraditas muy de moda en aquella época.. Todo se había puesto a pedir de boca para el dueño del local, que vio pasar por la taquilla de entrada a un buen par de centenares de clientes que sin protestas pagaban la suma de veinte dolares por persona y que, sumado al tequila y la cerveza que se consumía como agua en el desierto, daban una respetable suma como para pensar en el retiro con unos cuantos bailes mâs que se dieran como el de esa noche.

Después de dos horas de puras quebraditas, donde mâs de un bailador hubo de quebrarse algo, quizâs por aquello de hacer honor al baile,los Residentes Permanentes se tomaron un receso, para de paso tomarse unos merecidos tragos.

Pasado ese tiempo,el anfitrión, animador y dueño del lugar, se subió al escenario y anunció lo que sería , según sus palabras, “la última tanda musical”. Nunca en la historia de los bailes ha habido un locutor mâs exacto en sus palabras.

--Señoras y señooores! Aprovechen lo que viene a continuación, porque éstas serân las últimas interpretaciones musicales de la gran banda los Residentes Permanentes durante laaargo tiempo en este pueblo y sus alrededores!. Asi pues, que siga la música, que siga el baile y la diversión  y que nadie me pase sed porque no se venda agua!

Y la banda comenzó nuevamente sus entusiastas interpretaciones, aunque un poco mâs desafinada que al principio, en lo que quizâs hayan tenido que ver las muchas rondas de tragos, o el grado del alcohol que se vendía en la casa, porque lo único que no tomaron los músicos fue descanso.

El local donde se llevaba a cabo el baile, es bueno detallarlo, tenía tres puertas; dos laterales y una al frente, por donde horas antes habían hecho su entrada triunfal los Residentes Permanentes. El local tenía también varias ventanas.

Lo que ocurrió a continuación es permitido contarlo sin mencionar nombres.

  “ Siendo las doce y cuarenta y cinco de la madrugada”—según hubiera rezado el acta judicial si se hubiese redactado en México, a uno de los beodos que recibiera a la banda musical Residentes Permanentes a su llegada, le dio la borrachera por salir a orinar al parqueadero del local. Si todo hubiera quedado en ese acto no tan inmoral como apestoso, la cuestión no hubiese tenido males mayores. Pero el borracho, al entrar nuevamente al local tuvo la borracha idea---para él “simpâtica”--, de gritar como para que se escuchara a tres kilómetros la frase mâs temíble para todo el que se respete como ilegal:

--Aquí estâ la Migraaa…!

Aquella temible frase dentro del centro de baile fue peor que si hubieran devaluado el peso mexicano al dia siguiente de una devaluación. Dos grupos de cien personas, incluido el dueño, salieron de cien en cien por donde quiera que había un hueco que sirviera para escapar. Tres borrachos, se dice, aprovecharon la confusión reinante y tomaron gratis todo lo mas posible, y sin siquiera mirar marcas de bebidas, antes de emprender la huida por la puerta de donde precisamente había salido el falso aviso de que allí estaba la Migra.

En cuanto a la banda los Residentes Permanentes, de doce perfectos músicos desafinados, quedó reducida a uno cuando pasado un tiempo volvió la electricidad, que algún ilegal con mente âgil y poco alcohol en su cabeza, desconectó cuando escuchó la palabra Migra.

Desde aquel dia me cuenta el amigo que me relató la historia, es que la Inmigración, enterada posteriormente de lo ocurrido aquella noche, a todo el que se anuncia como Residente Permanente, le piden los papeles inmigratorios para que lo demuestre.



Escribe: Modesto Reyes Canto.

Arte: Karen Reyes.

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