Friday, April 13, 2012

“PICAR PICAN”

Definitivamente el que vive a la orilla de un canal, río, lago, o de la mar, está condenado a comer pescado, a oir hablar de ello todo el santo dia, o a pescar, o intentarlo, él mismo y no hablar él de otra cosa.
El pescar,-ya se ha dicho en más de una ocasión-,es deportivo…si uno hace ejercicio mientras espera a que pique el peje; entretenido…si por casualidad pica el pez, y competitivo..si por suerte por fin se agarra aunque sea un bichito con escamas. Pero siempre, siempre!, es pescar un vicio gastón, caro, dispendioso. Ser pescador deportivo es pasatiempo de millonarios, porque si quieres, como es el deseo de todo el que tira anzuelo y carnada al agua, agarrar algo que pese  mâs de dos libras y tres o cuatro onzas tienes que salir mar afuera y eso cuesta mucho dinero. Pescar de orilla la única recompensa que se obtiene, a veces, es no saber ni como se llama lo que se pescó. Pero nada de eso preocupa al que se sabeo cree saber, que espescador.
Cualquiera tira un avío al agua y de todo tipo de carnada. Los predestinados, los favoritos de Dios o que tienen una suerte del Diablo, son los que por fin pescan.
Pero lo importante es tratar…pasar el rato (como dice todo pescador cuando regresa a casa con las manos vacias), entretener y alimentar al peje, futuro pescado. Esta transformación idiomática, de pez a pescado, es la que todo pescador trata de hacerle al pez que anda oculto en el fondo.Y, precisamente, en la parte idiomâtica es donde viene el problema mayor del pescador pues casi nadie sabe nunca cómo se llama ese bicharraco, raro y feo por mas señas, que después de tragarse mas de tres libras de carnada, se pudo pescar. Y pasada  la confusión idiomática viene una gastronómica: “Y esto se come?...
--Eso es una rabirrubia!!! Claro que se come,--le dice un experto pescador de orilla a su izquierda, y que lleva 24 horas con la misma carnada en el anzuelo tan muerta que si fuese humana no la aceptaban en ninguna funeraria.
Qué va a ser esa cosa tan fea una rabirrubia!-le corrige el experto a su derecha, y que tampoco pesca nada. No se lo que es pero,  estoy seguro que se come!
--That’s a catfish—sugiere sentencioso un gringo jubilado que no sabe distinguir entre su pipa y una caña de pescar , pero que no admite que ningún latino sepa más que él de ningún tema.
Usted, en medio de  tanta sabiduría en contradicción, se queda ahí parado con el magro pejecillo colgando vivo aún del anzuelo. Ya para entonces todos los pescadores del puente han venido a opinar. No hay dos que estén de acuerdo, como en la ONU. Pero en eso aparece uno que porta un aire profesoral , erudito. Según dice, el mar para él no tiene secretos y sus habitantes menos. Se queda observando brevemente eso que usted agarró y dice: Eso no es mâs que un “escomberomorus Cavalla” o una “esconberomorus maculates”. Claro,todos los pescadores de orilla cuando escucharon el nombre que dijo el profe, lo menos que le desearon es que en su próxima aventura marina se lo tragara el mar o sirviera de cena a un tiburón, no por el nombre que le dió al pescadito, sino por pedante y arrogante.
Usted opta por retirarse de la tremenda discusión que hay armada por eso que pescó y se marcha sin saber como se llama el pescado y ni tampoco si se come; solo sabe que en la nevera lo que lleva son seis pulgadas de misterio. Pero, al llegar a casa su vecino, el mismo que le ha hecho historias de pesca en los siete mares del mundo, aunque usted nunca lo ha visto con nada más grande que lo  ahora le muestra, al ver esa “cosa”dentro de la nevera, le dice con un gruñido en el que se mezclan la rabia y la satisfaccion:--Ante todo felicidades por haber librado a la comunidad pesquera de uno de esos bribones con escamas. Por otra parte, no sé que nombre científico, si es que tiene alguno, tiene ese bicharraco. Pero yo, y los millones de pescadores que lo hemos sufrido lo conocemos simplemente como el hachepé ronquito orillero.

--Ah…Exclama usted.—Ah…

Bueno, ¿ y picó algo más en el puente?—Le pregunta el amigo.

--Los mosquitos—dice usted y se retira dando las gracias al vecino.
Y se va pensando que para que le iba a hacer el cuento, de todo pescador,  que se le había escapado un monstruo marino que le rompió hasta la vara con el tirón que le metió. Ese cuento lo matendrá en reserva para otro dia de pesquería; si la mala suerte lo vuelve a obsequiar con otro ronquito.

Escribe: Modesto Reyes Canto.
Arte: Karen Reyes

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