“El
Gran Tiro”, asi le llamó el Sargento de Primera, al frente de la batería de
cañones 122 milímitros, cuando nos informó que ibamos a realizar una maniobra
militar donde participarian la artilleria terrestre, la aerea y la de cohetes. Se
realizaría en las costas de Pinar del Rio donde, pensabamos nosotros los
reclutas de SMO, que con tantos disparos que se habian hecho en tiros anteriores, ya en aqella zona
maritima no quedarian ni los hp ronquitos orilleros, llamados asi por todo
pescador que alguna vez los hubiese sufrido.
Después
de darnos la información que le estaba permitida dentro del codigo de “secreto
militar”, el sargento ordenó que prepararamos todo lo necesario para enfrentar
al enemigo y, una vez enganchados los
cañones a las orugas, partimos de inmediato ripiando la Via Blanca con las
esteras de dichos vehículos, rumbo a por donde dijeron que desembarcaría a los
que deberiamos caerle a cañonazo limpio. Ya al llegar a la zona de combate
pudimos comprobar que aquello de verdad sí iba a ser un gran tiro y que si tal
como estaba planificado el enemigo se aparecía por allí,(si venía desarmado
mucho mejor), lo que le iba a caer encima no era de amigos pues en el lugar ya
se encontraban miles de soldados con sus respectivos armamentos en posición de
combate y como era lógico, todos apuntando hacia el norte. Recibida las ordenes
pertinentes el Sargento ordenó emplazar la batería de cañones justo al lado de
la batería antiearea y ésta a su vez estaba colocada al costado de la de los
cohetes; las temibles katiuskas,que en aquel momento no sabiamos el alcance ni
el poder destructivo que tendrian, pero metian miedo cuando uno las miraba.La maniobra el gran tiro,estaba programada para que funcionara de la siguiente manera: Por los aires pasaria un avión que a cierta distancia, halado por un cable con bastante longitud, traia enganchado un artefacto que se le había asignado la tarea de aperentar ser un cohete enemigo. Nosotros, los reclutas y hasta algún oficial, a aquella cosa rara, que no era ni un pajaro, ni un avión y mucho menos Superman, le deciamos El Chorizo, pues lo que verdaderamente parecía era uno de esos embutidos, extraños de ver en aquella época hasta por tierra. En cuanto apareciera el chorizo en el aire ahi mismo le tenian que caer encima con todo su poder de fuego las dos bocas y cuatro bocas también calibres 30 y las 50 y tratarlo de dejar como un queso suizo,que casualmente era otro de los productos que tampoco se veian en tierra, pero, costumbre que tenemos los cubanos de llamar las cosas con mentalidad de recuerdo. A nosotros,los que operabamos los cañones de 85,100 y 122 milimetros, nuestra misión asignada era caerle encima con todos los hierros y con la mejor punteria posible, al ya conocido bote, sobreviviente de tiros anteriores, cuyo tamaño era de aproximadamente 40 pies, pero que en nuestras mentes,a la hora de efectuar los disparos, habia que mirarlo como si fuese un portaaviones de dos mil pies de longitud y lleno de marines norteamericanos. Dicho bote, era arrastrado por una lancha con un cable largo, bien largo, conectado a él, para evitar que el operador de dicha lancha no siguiera jodiendo, como en otros tiros, gritandonos que lo ibamos a joder por algunos disparos que a veces se le acercaban peligrosamente. A la batería coheteril nadie sabía que tarea le iban a dar en la cruenta batalla que se acercaba, por tanto le ordenaron que se mantuvieran atentos hasta que llegaran ordenes de arriba. Una semana después de estar emplazados y atentos, alguien de arriba al parecer se dio cuenta que aquella bateria no hacía nada alli y ordenó retirarlos y en su lugar trajeron un batallón de infanteria, por si el enemigo lograba desembarcar. El dicho batallón estaba compuesto en su mayoria por mujeres que venian provenientes de alguna escuela de cadetes y las habian traido como parte de sus respectivos entrenamientos. La cuestión fue que cuando los soldados, y hasta algunos oficiales, vieron lo que ibamos a tener por vecinos, más de uno murmuró socarronamente y como solo entendería otro hombre, que ahora sí creian que iba a haber un gran tiro y con muchos “disparos”.
A partir de que las féminas se instalaron al lado de las baterias terrestres y aerea, a casi todos los soldados se les olvidó que el enemigo vendría por el frente y todas las vistas estaban pendientes de cuanto movimiento hacian las muchachas y estas, que se sabian observadas, no escatimaban movimiento alguno.
Al sargento la situación que se le había creado con el batallón femenino no lo tenía a gusto pues a cada rato se le oia manifestar en baja voz, comentandole a otros oficiales, que aquellas muchachas le tenian alborotado el gran tiro. Y casi las palabras del sargento se vuelven proféticas.
Pasadas dos semanas de espera sin que apareciera el enemigo, porque aun no había aparecido el jefe que iba a observar la maniobra militar, la relación entre algunos soldados de ambos sexos era a todo dar y pedir; A las orugas, parqueadas a cierta distancia del emplazamiento de las baterias, se les empezó a conocer como Posada Militar. Y eso al sargento lo tenía algo descontrolado pues temía que el capitân jefe de la unidad se fuera enterar y reclamarle que porque no le había puesto un paro a esa situación cuando lo real sería que lo que había que evitar era que siguieran habiendo mas paros. Aunque a veces al sargento se le escuchó decir que él estaba seguro de que el capitân tenía que saber del casi vayú que alli había armado. Porque si no, mucho menos se iba a dar cuenta de quien era el enemigo cuando lo tuviera enfrente. Asi las cosas, de boca en boca, comenzó a circular unas ordenanzas, no se sabe ni creadas por quien, pero que todo el mundo trataba de cumplirlas, dentro de las orugas, al pie de la letra. He aquí como las recuerdo mas o menos: Se prohibía estar más de diez minutos dentro de la oruga en la encarnizada batalla que librarian los contendientes.(Lo anterior significaba que los soldados, femeninos y masculinos, debian entrar a la Posada Militar, listos para el combate cuerpo a cuerpo). También se hacía hincapie que quedaba terminantemente prohibido gritar durante la batalla.
No se sabe a ciencia cierta si fué el sargento el que hizo rodar esas ordenanzas con terminologías militares. Lo que si es cierto es que los soldados le llamaban a dichas ordenanzas “la batalla rapida de los mudos”.
Pasados 22 dias más sin que se efectuara el Gran Tiro y quince dias desde que de buenas a primera se llevaran a las muchachas, se dice que a petición de otro sargento que le decian el aburrido y que como sargento apretaba mas que uno de carpinteria, llegó al fin la noticia de que ese dia a las 14 en punto, hora militar,se realizaria por fin la tardada maniobra bélica, con la presencia de un vice-ministro de las FAR. Pero, como el sargento estaba ilusionado que el gran tiro iba a ser observado por Fidel o Raúl en persona, se le notó un tremendo encabronamiento encima que hizo que los soldados comentaran en broma y entre ellos que habia que tener cuidado pues éste era capaz de mandar a virar los cañones al revés.
El Gran Tiro se realizó a la perfección. Todos los blancos fueron abatidos a las ordenes de fuego, fuego y mas fuego que daba el sargento hasta que la tropa se quedó sin proyectiles. Ya al final del mismo recogió piedras de la orilla y las tiró para el mar. Ya aquello era su guerra personal. A partir de ese momento el sargento era conocido secretamente entre la tropa como El Encabronado y todos evitaban irle a la contraria.
Autor: Modesto Reyes Canto.
Nota:
Hasta aqui los tiroteos de los tiros donde participé. Y como siempre
recordarles que los hechos aqui narrados son tomados de eventos reales
agregandoles mi real imaginación. En próximas entregas se podra leer: “El
Nicho” “El Reloj” “La oficina secreta” “Feliz” y otros.
Escribe:
Modesto Reyes Canto
Arte:
Karen Reyes.
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