El Sargento de Segunda, personalmente hizo sonar
la campana anunciando alarma de combate y una vez que los soldados respondieron
a la misma como estaban entrenados, ordenó formar fila a todo el personal de la
batería de cañones de 122 milimetros, frente a la oficina de la comandancia de
mando, un pequeño cuarto del tamaño de un closet con un ventilador ruso que
echaba el aire hacia atrâs y que por ende había que ponerlo al revés. Aquel
ventilador siempre que se encendia provocaba la risa y alguna que otra burla de
la soldadesca hasta que un dia el Sargento nos explicó que los soviéticos
fabicaban la rosca de los bombillos y de distintos tipos de tornillos y de todo
lo que se tuviera que enrroscar, al revés y que se hacia así por cuestiones de
tacticas militares. Pero,volviendo al tema del tamaño de aquel baúl oficina como le llamaban los soldados, lo
cierto es que cuando te ordenaban formar fila en su frente, y siendo las dos de
la madrugada y por la cantidad de duros
campanazos que había dado el sargento, se imaginaba uno que lo menos que
estaria pasando era que los soldados norteamericanos ya andaban por el patio de la unidad.
Ya
una vez formados frente a la comandancia y aunque deberian estar los soldados
en completa atención, a mas de uno se le veia a las claras una inclinación de
cabeza que amenazaba con tumbar para el piso, por el descanzo interrumpido,sin ayuda del enemigo, a la mitad
de los soldados.
El
cielo en ese momento se encontraba lleno de nubes negras en una clara
referencia de que se acercaba una gran tormenta pues ya lo rayos se divisaban a
corta distancia. El Sargento, como lo haria cualquier sargento que se respete
como tal, fue directo al por qué de esa bulliciosa alarma de combate y a esa
hora, cuando los soldados tienen mas sueño que La Bella durmiente; Compañeros.
Se acerca una tremenda tempestad y tenemos que trasladar râpidamente todos los
proyectiles que se encuentran ubicados en los nichos hacia tierra segura. Esos
proyectiles no se pueden mojar. Los que quieran hacer este trabajo
voluntariamente que den un paso al frente.
Bajo
aquellas terribles condiciones climatológicas que cada vez se acercaba mas a la
batería y por ende a los pesados proyectiles que se debian rescatar, tal parecía
que lo dicho por el sargento había sido escuchado por una tropa de invâlidos
pues nadie dio un paso al frente.
Pasados
unos, para el Sargento,largos segundos y viendo éste que nadie había movido un
pie hacia el frente, volvió a repetir lo dicho pero en esta oportunidad con una
voz mas de sargento de carpintería: Quienes van a ir violuntariamente a salvar
los proyectiles?. Que den un paso al frente.
En
el mismo instante que el sargento casi ya encabronadamente hacía el llamado
buscando la voluntariedad entre la tropa, se vio venir una luz por el cielo
seguida de una terrible explosión característica de un rayo al caer, que hizo
que todos los soldados dieran mas de un paso para todos lados menos para donde
pedía el sargento que lo dieran. El único que si dio mas de un paso al frente
por la descarga eléctrica sentida a sus espaldas fue el Sargento.
Inmediatamente después que se levantó del piso a donde había ido a parar por
instinto de consevación, ordenó tajantemente: Todo el mundo para los nichos a
sacar los proyectiles y a traerlos para las barracas y râpido que ya empezó a
caer la tormenta. Es una orden!
Llegado
al nicho, que estaba ubicado a una distancia de mas de doscientos metros, se
comenzó la durisima tarea de cargar aquellas inmensas y pesadas cajas que
dentro de su interior guardaban el casquillo y el plomo que servirian, si no se
mojaban, para ser disparados por un cañón de 122 milímetros. El agua y los
truenos arreciaban mas y la tarea de cargar aquellos pesados e incomodos cajones y trasladarlos hasta la
barraca era de cojones y la tarea encomendada se hacía extremadamente peligrosa, pues el terreno ya era una ciénaga
desde el hueco llamado nicho hasta el lugar donde había que poner a salvo las
balas.
Como
resultado de la inclemencia del tiempo, el ya señalado peso de las cajas y el
fanguero por todas partes que hacía caminar a todos los soldados como si
estuvieran en una competencia de patinaje sobre hielo, pero en fango, cuando al fin se
lograron sacar los casi quinientos proyectiles por los no mas de treinta
soldados, el balance final fue de dos piernas y dos brazos partidos. Una cabeza
rota y una columna vertebral medio desviada. Y cuatro o cinco soldados mas que
aprovechando las malas condiciones climatológicas se quejaron de algún dolor en
alguna parte del cuerpo para lograr un pase y visitar el hospital y de paso dar
una vuelta por sus respectivas viviendas.
Después
de tres horas de arduo trabajo se podía afirmar que ya los proyectiles estaban
a buen recaudo.
A
las nueve de la mañana y ya pasadas tres horas de absoluta calma y, cansado el
sargento de estarle advirtiendo a la tropa que no encendieran cigarros dentro
de la barraca,por la lógica de que se podia crear una explosión catâstrofica y acabar con todo sin que el enemigo hubiera tirado ni un solo disparo para hacerlo, se dio la orden de regresar los proyectiles a los nichos, no sin antes explicar
el sargento que era necesario realizar ese extra esfuerzo para evitar que el
enemigo supiera donde estaban las municiones.
La
tropa de sanos que quedaban procedieron de inmediato el pesado traslado de las
cajas. Ya concluida la tarea el sargento dio la orden que todos se fueran a
bañar,comer y descanzar. Los soldados gustosamente obedecieron la orden del
sargento…hasta las ocho de la noche, donde comenzó a formarse otra tormenta que
por sus características se veia muy superior y con mas poder destructivo,
militarmente hablando, que la de la madrugada anterior.
El
sargento, sabiendo que ni la tropa ni él estaban en condiciones físicas para un
segundo encuentro contra otra tormenta, ordenó a formar fila y le dijo a sus
hombres; Compañeros. Si cae lo que se estâ anunciando y nos ponemos a cargar
cajas otra vez, casi que podemos afirmar que se acabara la guerra ahi mismo sin
necesidad que vengan los americanos. Por la parte mia les digo que se vayan a
descanzar y si se joden los proyectiles pues que se jodan y que después culpen
al socotroco que mandó a hacer unos nichos debajo de la tierra sabiendo que en
Cuba cuando le da por llover, llueve como para que las piedras den frutos.
Rompan fila y ojalâ que no veamos nadando a esos pesados cajones.
Escribe:
Modesto Reyes Canto.
Arte:
Karen Reyes.
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