Quien me lo contó no quiso o no pudo recordar si
el local donde se dio el baile existió hace años,meses o dias. Y lo entiendo.
Porque con las cosas de inmigración los ilegales son muy reservados porque
saben que el hablar de mâs los puede mandar de regreso a su pais. Pero así va
la historia que me hizo.
El pueblito en los Estados Unidos donde se
encontraba aquel antro convertido en salón de bailes era un lugar donde
residian bastantes personas de origen hispano. Algunos vivian allí de manera
permanente,aunque fueran mas ilegales que un dolar falsificado. Otros andaban
por ahí no mâs,gente pobre que se acercaban a la comarca a tiempo para la
recogida de tomate,aji ,y cualquier vianda o vegetal que les ayudara a ganar algo
de lo poco que les pagarian y que era mâs de lo que ganaban en sus respectivos
paises.
Resulta ser que a un señor,dueño de un bar de
mala muerte y peor vida,se le ocurrió la brillante idea de brindar,a la gran
cantidad de hispanos que vivían por allí,un baile que sería a todo dar y pedir.
Para ello contrajo los servicios de una banda musical que verdaderamente nadie
conocía, pero a la que el empresario se encargó de crearle una leyenda artística
que ya quisieran para sí los Bukis en sus momentos de mayor gloria; una
reputación que dejaba a los Tigres del Norte hechos unos gatos afónicos. Los
carteles y volantes de propaganda que mandó a hacer el dueño del bar devenido
empresario, eran toda una ruidosa fanfaria que invitaba a la diversion como
para que ni el mas aburrido del pueblo faltara al baile: “ El dia tal y a la
hora tal en este Centro serâ la única función que ofrecerâ en esta zona la Gran
Banda Musical “Los Residentes Permanentes”!!!.
“Esta Gran Banda”,continuaba diciendo el cartel
publicitario,ha tenido un lleno total en todos los lugares donde se han presentado!
No se pierda este tremendo y único baile por largo tiempo con la gran banda los
Residentes Permanentes!.
Los ilegales de aquel pueblito,igual que los que
residen en grandes ciudades,casi siempre es a los que mâs les gusta ir un
baile. Y lo necesitan, ya que trabajan muy duro toda la semana por tratar de
buscarse el mejor pan de cada dia pues para eso vinieron a este pais.
Aunque nadie hubiera oído mencionar jamâs a una
banda con ese nombre de los Residentes Permanentes, los anuncios sonaban a
buena música y buen baile.
Pero también ocurre que a este tipo de actividad
se invitan,sin ser invitados,los agentes de la temible Inmigración que también
leen carteles de propaganda, y que casi siempre llegan en el momento en que el
baile y el mareo que da el alcohol se encuentran a punto de ebullición.
El baile,tal como estaba anunciado, y rompiendo
con la tradición de impuntuales de los latinos en general, comenzó a las nueve
en punto de la noche cuando la banda empezó a sonar alegremente y hasta “con
cierto concierto” como comentó enseguida un guasón.
Inicialmente de público solamente había unos
cuantos borrachos que se encontraban allí quizâs desde la noche anterior. El
dueño del bar sufrió unos momentos de pânico pensando en sus gastos. Mas,poco a
poco, y según apretaba aquello que le
decian música interpretada por los Residentes Permanentes, comenzaron a llegar
grupos, oleadas de parejas, que inmediatamente empezaron a bailar quebraditas
muy de moda en aquella época.. Todo se había puesto a pedir de boca para el
dueño del local, que vio pasar por la taquilla de entrada a un buen par de
centenares de clientes que sin protestas pagaban la suma de veinte dolares por persona
y que, sumado al tequila y la cerveza que se consumía como agua en el desierto,
daban una respetable suma como para pensar en el retiro con unos cuantos bailes
mâs que se dieran como el de esa noche.
Después de dos horas de puras quebraditas, donde
mâs de un bailador hubo de quebrarse algo, quizâs por aquello de hacer honor al
baile,los Residentes Permanentes se tomaron un receso, para de paso tomarse
unos merecidos tragos.
Pasado ese tiempo,el anfitrión, animador y dueño
del lugar, se subió al escenario y anunció lo que sería , según sus palabras,
“la última tanda musical”. Nunca en la historia de los bailes ha habido un locutor
mâs exacto en sus palabras.
--Señoras y señooores! Aprovechen lo que viene a
continuación, porque éstas serân las últimas interpretaciones musicales de la
gran banda los Residentes Permanentes durante laaargo tiempo en este pueblo y
sus alrededores!. Asi pues, que siga la música, que siga el baile y la
diversión y que nadie me pase sed porque
no se venda agua!
Y la banda comenzó nuevamente sus entusiastas
interpretaciones, aunque un poco mâs desafinada que al principio, en lo que
quizâs hayan tenido que ver las muchas rondas de tragos, o el grado del alcohol
que se vendía en la casa, porque lo único que no tomaron los músicos fue
descanso.
El local donde se llevaba a cabo el baile, es
bueno detallarlo, tenía tres puertas; dos laterales y una al frente, por donde
horas antes habían hecho su entrada triunfal los Residentes Permanentes. El
local tenía también varias ventanas.
Lo que ocurrió a continuación es permitido contarlo
sin mencionar nombres.
“ Siendo
las doce y cuarenta y cinco de la madrugada”—según hubiera rezado el acta
judicial si se hubiese redactado en México, a uno de los beodos que recibiera a
la banda musical Residentes Permanentes a su llegada, le dio la borrachera por
salir a orinar al parqueadero del local. Si todo hubiera quedado en ese acto no
tan inmoral como apestoso, la cuestión no hubiese tenido males mayores. Pero el
borracho, al entrar nuevamente al local tuvo la borracha idea---para él
“simpâtica”--, de gritar como para que se escuchara a tres kilómetros la frase
mâs temíble para todo el que se respete como ilegal:
--Aquí estâ la Migraaa…!
Aquella temible frase dentro del centro de baile
fue peor que si hubieran devaluado el peso mexicano al dia siguiente de una
devaluación. Dos grupos de cien personas, incluido el dueño, salieron de cien
en cien por donde quiera que había un hueco que sirviera para escapar. Tres
borrachos, se dice, aprovecharon la confusión reinante y tomaron gratis todo lo
mas posible, y sin siquiera mirar marcas de bebidas, antes de emprender la
huida por la puerta de donde precisamente había salido el falso aviso de que
allí estaba la Migra.
En cuanto a la banda los Residentes Permanentes,
de doce perfectos músicos desafinados, quedó reducida a uno cuando pasado un
tiempo volvió la electricidad, que algún ilegal con mente âgil y poco alcohol
en su cabeza, desconectó cuando escuchó la palabra Migra.
Desde aquel dia me cuenta el amigo que me relató
la historia, es que la Inmigración, enterada posteriormente de lo ocurrido
aquella noche, a todo el que se anuncia como Residente Permanente, le piden los
papeles inmigratorios para que lo demuestre.
Escribe: Modesto Reyes Canto.
Arte: Karen Reyes.
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