Quien me lo contó no quiso o no pudo
recordar si el local donde se dió el baile existió hace años, meses o dias. Y
lo entiendo, porque con las cosas de inmigración los ilegales son muy
reservados, pues saben que el hablar de más los puede mandar de regreso a su
pais. Pero así va la historia que me hizo.
El pueblito en los Estados Unidos donde se
encontraba aquel antro convertido en salón de bailes, era un lugar donde
residian bastantes personas de origen mexicano. Algunos vivian allí de manera
permanente, aunque fueran más ilegales que un dolar falsificado. Otros andaban
por ahí no más, gente pobre que se acercaban a la comarca a tiempo para la recogida
de viandas, frutas, vegetales, incluyendo pepinos, zanahorias, remolacha ,
ajies, tomate y hasta la madre de los tomates si también tenian que recojerla.
En fin, cualquier cosa que los ayudara a ganar algo de lo poco que les pagarian
y que para ellos era más de lo que ganaban en su paises de origenes.
Resulta ser que a un señor, dueño de un bar
de mala muerte y peor vida, se le ocurrió la brillante idea de brindar a la
gran cantidad de mexicanos que vivían por allí, un baile que sería a todo dar y
pedir.Y para llevarlo a efecto no pudo escoger mejor fecha:16 de Septiembre dia
de la independencia de México. Para ello contrajo los servicios de una banda
musical que verdaderamente nadie conocía, pero a la que el empresario se
encargó de crearle una leyenda artística que ya quisieran para sí los Bukis en
sus momentos de mayor gloria; una reputación que dejaba a los Tigres del Norte
hechos unos gatos afónicos. Los carteles y volantes de propaganda que mandó a
hacer el dueño del bar devenido empresario, eran toda una ruidosa fanfaria que
invitaba a la diversión como para que ni el más aburrido del pueblo faltara al
baile: “ El dia tal y a la hora tal en este Centro será la única función que
ofrecerâ en esta zona la Gran Banda Musical “Los Residentes Permanentes”!!!.
“Esta Gran Banda”, continuaba diciendo el
cartel publicitario, ha tenido un lleno total en todos los lugares donde se han
presentado!. No se pierda este tremendo y único baile por largo tiempo con la
gran banda los Residentes Permanentes!.
Los ilegales de aquel pueblito, igual que
los que residen en grandes ciudades, casi siempre es a los que más les gusta ir
un baile. Y lo necesitan, ya que trabajan muy duro toda la semana por tratar de
buscarse el mejor pan de cada dia pues para eso vinieron a este pais.
Aunque nadie hubiera oído mencionar jamâs a
una banda con ese nombre de los Residentes Permanentes, los anuncios sonaban a
buena música y buen baile. Pero también ocurre que a este tipo de actividad se invitan sin
ser invitados los agentes de la temible Inmigración que también leen carteles
de propaganda y que casi siempre llegan en el momento en que el baile y el
mareo que da el alcohol se encuentran a punto de ebullición. El baile, tal
como estaba anunciado, y rompiendo con la tradición de impuntuales de los
latinos en general, comenzó a las nueve en punto de la noche cuando la banda
empezó a sonar alegremente y hasta “con cierto concierto” como comentó
enseguida un guasón. Inicialmente de público solamente había unos cuantos
borrachos que se encontraban allí quizás desde la noche anterior. El dueño del
bar sufrió unos momentos de pánico pensando en sus gastos. Más, poco a poco, y
según apretaba aquello que
le decian música interpretada por los Residentes Permanentes, comenzaron a
llegar grupos, oleadas de parejas, que inmediatamente empezaron a bailar
quebraditas, muy de moda en aquella época.. Todo se había puesto a pedir de
boca para el dueño del local, que vio pasar por la taquilla de entrada a un
buen par de centenares de clientes que sin protestas pagaban la suma de veinte
dolares por persona y que, sumado al tequila y la cerveza que se consumía como
agua en el desierto, daban una respetable suma como para pensar en el retiro
con unos cuantos bailes más que se dieran como el de esa noche.
Después de dos horas de puras quebraditas,
donde mâs de un bailador hubo de quebrarse algo quizás por aquello de hacer
honor al baile, los Residentes Permanentes se tomaron un receso para de paso
tomarse unos merecidos tragos. Pasado
ese tiempo, el anfitrión, animador y dueño del lugar, se subió al
escenario y anunció lo que sería , según sus palabras, “la última tanda
musical”. Nunca en la historia de los bailes ha habido un locutor mâs exacto en
sus palabras.
--Señoras y señooores! Aprovechen lo que
viene a continuación, porque éstas serân las últimas interpretaciones musicales
de la gran banda los Residentes Permanentes durante laaargo tiempo en este
pueblo y sus alrededores!. Asi pues, que siga la música, que siga el baile y la
diversión y que nadie me
pase sed porque no se venda agua.
Y la banda comenzó nuevamente sus entusiastas
interpretaciones, aunque un poco mâs desafinada que al principio, en lo que
quizás haya tenido que ver las muchas rondas de tragos, o el grado del alcohol
que se vendía en la casa que nadie sabía ni de que marca era, porque lo único
que no tomaron los músicos fue descanso.
El local donde se llevaba a cabo el baile, es
bueno detallarlo, tenía tres puertas; dos laterales y una al frente, por donde
horas antes habían hecho su entrada triunfal los Residentes Permanentes.
También existian varias ventanas.
Lo que ocurrió a continuación es permitido
contarlo sin mencionar nombres.
“ Siendo las doce y cuarenta y cinco de la
madrugada”—según hubiera rezado el acta judicial si se hubiese redactado en
México--, a uno de los beodos que recibiera a la banda musical Residentes
Permanentes a su llegada, le dio la borrachera por salir a orinar al
parqueadero del local. Si todo hubiera quedado en ese acto no tan inmoral como
apestoso, la cuestión no hubiese tenido males mayores. Pero el borracho, al
entrar nuevamente al local tuvo la borracha idea---para él “simpática”--, de
gritar como para que se escuchara a tres kilómetros, la frase más temíble para
todo el que se respete como ilegal:
--Aquí estâ la Migraaa…!
Aquella temible frase dentro del centro de
baile fué peor que si hubieran devaluado el peso mexicano al dia siguiente de
una devaluación, la cual el presidente de turno había dicho que no iba a
ocurrir. Dos grupos de cien personas, incluido el dueño, salieron de cien en
cien por donde quiera que había un hueco que sirviera para escapar. Tres
borrachos, se dice, aprovecharon la confusión reinante y tomaron gratis todo lo
más posible, y sin siquiera mirar lo que tomaban, antes de emprender la huida
por la puerta de donde precisamente había salido el falso aviso de que allí
estaba la Migra.
En cuanto a la banda los Residentes
Permanentes, de doce perfectos músicos desafinados, quedó reducida a uno que al
parecer era el único que poseia una Green Card, tarjeta esta que lo
acreditaba como un verdadero Residente Permanente de USA, que regresó al
escenario cuando pasado un tiempo volvió la electricidad, que algún ilegal con
mente ágil y poco alcohol en su cabeza, desconectó cuando escuchó la palabra Migra.
Desde aquel dia me cuenta el amigo que me
relató la historia, es que el Departamento de Inmigración, enterada
posteriormente de lo ocurrido aquella noche, a todo el que se anuncia como
Residente Permanente, le piden los papeles inmigratorios para que lo demuestre.
Escribe: Modesto Reyes Canto.
Arte: Karen Reyes.
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