La
matemática tiene muchos números, pero el más importante, sin discusión, es el
UNO. En todo lo que nos rodea ese es el que marca o pretende, marcar la diferencia
entre el que lo esgrime como propiedad exclusiva ante cualquier tipo de
competidor, ya sea en política, deportes, restaurantes, radio, televisión
etc,etc.( Por cierto, ese etc no le gusta a nadie que lo señalen como tal). Es
dificil encontrar a alguien que se conforma y que reconozca, que es algo menos
que el UNO. Pongamos ejemplos:
En
política, sobre todo en plena campaña electoral, aunque todas las encuentas den
por perdido a un candidato o a varios, frente a uno que en la preferencia del
electorado se ha mantenido en ese lugar, los demás, por no salirse de lo
establecido de decir lo que quieren escuchar sus votantes, le van a decir a
estos que no le hagan caso a los datos publicados por las encuestadoras, pues
ellos son el número UNO. Al final de las elecciones, cuando al candidato lo han
pateado por todos los lados y han votado contra él hasta los de su propio
partido, así y todo, argumentará que hubo trampa, porque él vive convencido de
que era el número UNO.
En los
restaurantes no hay uno solo que no se anuncie como el número UNO en tal o más
cual especialidad y muchas veces lo que cocinan en el, verdaderamente no tiene
color, olor y mucho menos sabor, tres condiciones necesarias para que el
commensal saboree algo que de verdad sabe a comida, no como que sabía a “rayo
encendido”,( como dice cualquier campesino cuando lo que le dieron y el pagó
como alimento, es tremenda porquería) y que nada tenia que ver con ese número
UNO como la anunciaban. Y ni hablar de los que aparte de declararse numero uno,
dicen que el éxito de su buena comida radica en el secreto familiar transmitido
de generación en generación, que poseen para elaborar la misma. Y cuando uno la
prueba y comprueba que es tremenda mierda, inmediatamente llega la la
conclusion, de que el único secreto que poseen, es el negocio que tienen con la
farmacia de las esquina, a la cual acuden todos los clientes del restaurante en
busca de un remedio que les controle las diarreas que allí le provocó el
“secreto” del cocinero, que por cierto, es para recordarle todo su arbol
genealógico.
En los
medios de comunicación, sobre todo en lo concerniente a Radio y Televisión, no
hay ninguna estación radial o televisiva que no proclame a los cuatro viento y
hasta a ráfagas de huracán categoría 5 si lo pudieran hacer, que ellos son el
número uno en audiencia, aunque verdaderamente no lo escuchen o vean, ni los
dueños de dichos medios. De todas maneras esa publicidad de declararse número
uno va a ser una constante, aunque sea por el aquello de mortificar a los que
si ostentan esa condición.
Es
cierto que a cualquiera le gustaría ser número uno en todo o casi, pero como
eso es imposible de lograr, no hay que obsecionarse por obtener esa distinción y mucho menos tratar de cambiar la aritmética para que los
números le sean favorables. A continuación publico una anecdota, real
totalmente, que ocurrió en mi familia con una maestra de metemática y uno de
nuestros hijos.
Resulta
ser que dicha maestra le suspendió un examen al niño porque este
“equivocadamente” ante una pregunta
hecha, le contestó que después del número diez iba el once y ella le dijo que
no, que el nueve. Enterado el familión de lo sucedido con la educadora, casi
que en alarma de combate salimos hacia la escuela. Hubo hasta un miembro de la
familia que llevó un madero de 2x4 por si a la maestra no quería rectificar las
notas, dejando claras las cuentas matemáticas. Una vez frente a la profesora y
ante nuestros reclamos, está nos afirmó categoricamente que después del diez iba el nueve, y seguidamente el ocho,
siete, seis…y así hasta llegar al codiciado número uno.
Al
escuchar esa última afirmación hecha por una émula equivocada de Pitágoras,
solo se me ocurrió decirle: Con todo el respeto que me merece, pero usted
pretende cambiar las matemáticas y está numerando como si fuera a lanzar un
cohete para el espacio.
Desde aquel dia me he quedado traumatizado y
desconfio de todos los números uno que por ahí se anuncian, que no sean yo. ¿
?.
Escribe:
Modesto Reyes Canto.
Arte:
Karen Reyes.
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